Mostrando entradas con la etiqueta navidad. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta navidad. Mostrar todas las entradas

domingo, 20 de diciembre de 2009

El artista

Lamento si el tema no está acorde a este espacio, pero no tengo remedio, hoy debo escribirlo. Me veo en la obligación de compartir con ustedes el descubrimiento de este virtuoso que hoy pasa desapercibido, pero que pronto destacará en las carteleras del mundo.
Es que yo no había visto nada igual en toda mi vida; nunca nadie fue tan competente en tan corta experiencia teatral. Sólo 5 años y las cualidades histriónicas sólo pueden ser comparadas a las de Robin William, Jack Nicholson o Robert De Niro y su talento musical ya se orienta a emular a Pavarotti o Plácido Domingo.
El escenario estaba lleno. Todos vestían de camisas rojas aunque no se trataba de una convención del MVR ni el escenario era la Vicepresidencia de la República y mostraban sus ansias por el espectáculo. Aplaudían, hablaban, se mostraban nerviosos ante el retraso.
Y de pronto llegó el artista, acompañado de sus colegas. Ya allí, vestido con una batola blanca, con mangas y lacito en el pecho de color azul, empezó su interpretación:
Ni ño lin do, ante ti me rin do, ni ño lin do, eres tu mi dios, ni ño lin do, ante ti me rindo, ni ño lin do, eres tu mi dios.
Aplausos y luego: din din din, es hora de partir, din din din, camino de Belén. Para finalizar el burrito sabanero. Era de esperarse un sostenida tanda de aplausos, bravos y de ¡otra!, ¡otra!
Es que Sebastián se destacó desde su más tierna infancia. Comenzó a los 4 meses interpretando el Niño Jesús en el nacimiento viviente de la escuela de sus hermanas. Asumió su papel plenamente: durante la escena no lloró, ni pidió teta, ni se hizo pupú, pero tampoco se durmió. Desde allí supe que el niño tenía futuro. Los otros padres y madres me lo decían con sus caras de envidia.
Un par de años más tarde, él y su hermana Sophia, fueron las co-estrellas cuando interpretaron un par de ovejas de los pastorcillos que llegaron al pesebre. Allí Sebastián, el artista, fue una oveja estelar, con un berreo digno de Dolly, una piel de un blanco sólo comparable a la nieve de las montañas donde vivían Heidi, con su abuelo, Pedro y sus ovejitas.
Todo esto le llevó a un reto mayor como fue la interpretación de un reno de San Nicolás. Pero ese año la producción presentó graves deficiencias lo cual incidió en el desempeño de Sebastián. Nunca le aclararon si el era Rudolfh o Prancer, por lo que fue casi imposible meterse en el papel. Sin embargo, su imagen, sus caramas y su piel, fueron apreciadas por los asistentes.
Sebastián, este excelente artista de 5 años, que a mis ojos ha demostrado un destacado desempeño a pesar de su corta edad, ya está evaluando varias propuestas para el año que viene. De plano ha descartado el de buey, pero está estudiando a profundidad los guiones de los personajes de San José, el ángel Gabriel y el rey mago Melchor.
No importa el que escoja, la interpretación del artista será motivo de orgullo para su padre.
Alejandro Luy
Artículo publicado en el diario El Mundo el 18 de diciembre de 2003


Nota: En este 2009 Sebastián interpretó el papel del Mago Melchor. Feliz navidad a tod@s.

Fotos: los tres Reyes Magos de 2009 y Sebastián con su amigo Daniel


Amig@s: externalidades positivas de la vida. A. Luy.

sábado, 20 de diciembre de 2008

Carta de un padre al niño Jesús


Querido niño Jesús:
Antes de extenderme en los saludos, lo primero que te pido es que le des urgencia a esta correspondencia, así como hicieron los diputados del bloque del cambio para aprobar la Ley Resorte.
Recibe un cordial saludo de parte de un padre asalariado -o sea yo- del país más septentrional de América del sur, casado y con tres descendientes -dos hembras y un varón- a los cuales tengo que proteger y alimentar. Como tú sabes, por estos tiempo las funciones antes mencionadas significan atender la petición que te hacen a ti de regalos y que religiosamente tú rebotas -quien sabe si irresponsablemente- a los progenitores. Esa situación me parece injusta pero no te asustes que no pretendo emprender una Constituyente navideña a estas alturas del año.
Voy a lo que me trajo hasta estas líneas: esta carta es una solicitud para que me ayudes al menos un poco ante la reiterada petición para el 24 en la noche, que cada año se hace más compleja gracias al bombardeo de propagandas, que en mi casa llegan tanto por los canales nacionales como los de cable dedicados a la emisión de series infantiles.
No se si lo habrás notado, pero las cartas "al niño Jesús" ya no son cartas. Son escritos tan extensos como una disertación de un filósofo europeo explicando el proceso revolucionario venezolano en el contexto socio-político de latinoamérica. La única diferencia es que los caracteres de nuestros carajitos están destinados a pedir, mientras que los otros, son sólo para hablar paja. Y mientras más piden, más dinero tengo que gastar.
Lo que te solicito es que le escribas al gobierno, para que instaure la I Feria del Juguete Revolucionario, donde nosotros, quienes cumplimos tu labor de entregar los presentes en Noche Buena, podamos adquirirlos a precios solidarios. Si lo pueden hacer con los alimentos en Mercal o en las ferias de Los Próceres, estoy seguro de que el ejecutivo podrá actuar en esta oportunidad de la misma manera.
No se te olvide mencionar, que por "juguete revolucionario" debe entenderse todo aquel que esté mencionado en las cartas de los chamos y chamas, a saber: bates, gorras, guantes, balones, Barbies y sus accesorios en todos los modelos y tamaños, Polly pots, Game boys, Play Stations, patinetas y patines, máquinas para hacer helados, juegos de maquillaje, carros a control remoto, bicicletas, muñequitos de Barnie, Max Steel y Power Rangers, discos de Hilary Duff, Britney Spears o Jessica Simpsom, celulares con cámara incluida, televisores y DVD, entre otros.
Se que pensarás que el pedido es difícil. Es verdad; pero si fuera sencillo no te buscamos. Bastaría hablar con Darío Vivas.
Anda Niño Jesús. Échanos una mano. Mándale una carta pública al Presidente, al Vice-presidente ejecutivo, al Presidente de la Asamblea (según parece es un tal Ameliach y no Gutiérrez que es el encargado permanente), al Ministro de Finanzas, al de Producción y Comercio, al Presidente de PDVSA (ese es importante porque tiene el billete para financiar la feria) y a todo el que a ti se te ocurra. Hazlo vale, para ver si este año los reales me alcanzan para comprarme unos zapatos.
Y no lo vayas a tomar como una amenaza, pero si no lo haces, cuenta con la Constituyente navideña el próximo año para que no sigas engañando a los niños de la patria.
Alejandro Luy
Publicado en El Mundo. el 9 de diciembre de 2002

Cochino demócrata


Dada la hipersensibilidad presente en el país originada por la polarización política, el patético desempeño de varios equipos de baseball, el amor por los animales, y por muchas otras cosas, tomo la previsión de pedirle al lector que no saque conclusiones apresuradas a partir del título de este artículo. Inicie su lectura, sin prejuicios, concluya y califique. Gracias por ceñirse al orden propuesto.
Muchos sabes que desde hace tiempo he manifestado públicamente mi aversión a las celebraciones de navidad y año nuevo. Es celebre en los círculos de intelectuales la controversia navideña entre la escritora Carolina Espada y mi persona, la cual puede leer en este blog (http://alejandroluy.blogspot.com/2007/12/fiestas-talibanas.html) o en Nojile (www.chovet.com/nojile, Fiestas talibanas vs. Tras un pase de Jingle Bells). Sin embargo, ha sido esta distante posición la que me ha permitido hacer un análisis científico sobre los procesos sociales y culturales relacionados con estas fiestas.
Hoy resulta un momento apropiado para mostrarle el más reciente de los estudios, cuyos datos empecé a acopiar hace más de un año, pero que se alimentaron notablemente en este año cuando la navidad la decretaron con luces, San Nicolases, gaitas y parrandas el primer día de octubre (vaya a usted a saber porque motivo).
Hace un año, estaba con una amiga que regresaba de su viaje de vacaciones por la India y la invité a una refinada pastelería del este de la ciudad y cuando el muchacho de la barra – quien me veía por primera vez en su vida - me entregaba mi pedido, sutil pero decididamente me acercó un cochinito de plástico de color rosado con una clara intención de que le dejara un aguinaldo.
En otra oportunidad, al temer hacer uso de mi celular en el centro de Caracas y para evitar un arrebatón indeseado, decidí utlizar una de esas centrales telefónicas de sombrilla que pululan por el territorio nacional. Luego de mi llamada, y cuando me dispongo a pagar, el manganzón dueño del negocio me lanza desde su voluminosa humanidad “son quinientos bolos y algo pal cochinito”.
Y entonces me puse a detallar la presencia del cochino en nuestras vidas decembrinas. Y allí estaba, de plástico, amarillo o rosado o verde o rojo, en las incalificables camioneticas públicas (de manera destacada en aquellas cuyos conductores le niegan el acceso a los estudiantes), en la mesa de los vendedores de frutas (piña picada, cambur, ensalada de frutas) cercanos al Parque Carabobo, en los buhoneros de autopistas que atienden las necesidades del 20% de los venezolanos que poseen vehículo propio, en los kioskos de prensa de Colinas de Bello Monte, El Hatillo o Los Palos Grandes, en todas las panaderías (obviamente), en varios abastos y supermercados, y hasta en las estaciones de servicio encerrados entre 91 y 95 óctanos. Cada uno de los que cree que su labor necesita un bono solidario de parte de sus clientes, tiene un cerdo de material blando con una abertura sobre su cabeza o su lomo por donde deben entrar las monedas y los billetes.
Así, junto al típico árbol de navidad, las luces y las bolas – las de adorno -, el cochinito de plástico es otro signo indudable de nuestras navidades, que al tener acceso a todos los sectores de la sociedad, lo hace absolutamente democrático.
Ese parece ser nuestro único cerdo demócrata, porque pernil de verdad como que no hay pa´ todos.
Alejandro Luy
Publicado en el diario El Mundo, hace varios años atrás.


Ilustración: Rogelio Chovet

viernes, 28 de diciembre de 2007

Descubrimiento en el día de navidad


¿Cuál puede ser el beneficio de una cola en una tienda en pleno día de navidad?
Bueno, de acuerdo a lo que me ha pasado, y por tanto de mi personal apreciación, una ventaja de tan desagradable situación es descubrir frases.
Resulta que el 24 de diciembre a las 2 de la tarde aun tenía que comprar unos regalitos. Me imagine que dado el día, la hora y el detallito de que los centros comerciales y las tiendas de toda Venezuela han estado llenos todo el mes de diciembre, la cosa resultaría fácil y rápida. ¡Uy que ingenuo!
Primero me fui a una tienda en el casco de Chacao, y su espacio mínimo hacia que uno se sintiera en el propio mercado de esa zona de Caracas por la cantidad de compradores/as presentes. Y la gente tomaba sombreros y bufandas, y yo no me decidía, y escogía anillos, pulseras y carteras, y yo en la misma duda, e iban hasta la caja, y yo seguía dando vueltas. Pero aquí no descubrí nada excepcional; conseguí algunos de los regalos y encontré el retraso típico a la hora de pagar a causa del colapso de los puntos de ventas.
Entonces me dirigí al Sambil, y nada más cruzar la Av. Francisco de Miranda y tomar la calle Elice, temí lo peor, y no me equivoque. El mall de la época estaba, para decirlo técnicamente, hasta los teque-teques. Guiado por la instrucción de la chica de información (“baje un nivel y camine recto hacia allá”, me dijo) llegué directo a la librería. Allí casi lloro. De verdad que hacia tiempo que no veía a tanta gente comprando en una librería. La cola frente a la caja parecía una de Mercal. Claro, la gente compra allí no sólo libros, sino juguetes, en un ambiente más agradable que una juguetería.
Huí del Sambil en búsqueda de una librería menos concurrida. Y la medio encontré. Mejor dicho, encontré completa la librería pero medio llena de gente, o medio vacía. También encontré los carritos que buscaba, así que no pude evadir la cola que me tocó hacerla en el pasillo de la literatura hispanoamericana. Casi me leo una obra de Saramago, pero preferí ir ojeando distintos títulos, hasta que me encontré el libro más reciente de Elisa Arráiz Lucca, Viernes a la sombra.
Y tan pronto lo abrí me encontré con la frase que ella usa para inaugura el texto, y que hoy justifica toda la cola de este día de navidad: El encuentro de dos personas equivale al de dos sustancias químicas. Si sucede alguna reacción ambas se transforman. Carl Jung.
A mi me parece que valió la pena.


Alejandro Luy
27 de diciembre de 2007

domingo, 16 de diciembre de 2007

Fiestas talibanas


Debo confesar que durante la celebración de navidad y año nuevo, cada día que pasa yo me siento más feliz. Imagino que usted comparte este sentimiento, pero posiblemente sea por motivos absolutamente diferentes. Yo me alegro porque nos acercamos más rápidamente al final de las fiestas de diciembre, que son las más fundamentalistas de occidente; festejos donde tenemos que ser o estar - porque sí alegres, comprensibles, abiertos y sensibles. Son momentos para sentir la dicha y "la fe en la vida" pero a juro. De diciembre a enero, la orden en el cuartel de este lado del mundo es ser optimista y andar contento, y pobre del que sienta lo contrario.
El primer acto talibán de la navidad son los adornos navideños que aparecen en cualquier rincón. Empieza diciembre y uno encuentra en una cauchera, en la oficina, en la entrada del quirófano de la clínica y en la funeraria "a typical Christmas tree", es decir, un arbolito de navidad. Y en la noche brillan lucecitas en los balcones, en las tiendas, en los alambres de púas que protegen al edificio de la clase media y en la camionetica que hace el recorrido Santa Lucía-Caracas. Gracias a esta necesidad de envolvernos en iconos navideños, los alcaldes de Venezuela ejecutan la más importante acción de políticas públicas en el año: una correcta ornamentación de navidad en las plazas y calles de su municipio.
Luego vienen las fiestas y reuniones familiares. Si estas casado, si estas soltero, si te botaron del trabajo, si las ventas fueron malas a causa de los buhoneros, si te matraquearon los tombos por ser buhonero, si se casó un amigo o se divorciaron varios conocidos, en diciembre todo se olvida porque llegó la rumba. El clímax de la celebración es por supuesto noche buena y año nuevo, donde el festejo incluye ropa de estreno. Atrévase a decirle a la familia: "quiero recibir el año haciendo algo diferente" o de manera más directa "mi amor porqué no nos quedamos en casa" para que de inmediato le espeten, "no empieces con la necedad", para luego coronar con "recuerda que nos comprometimos a ir a casa de la tía Eulalia y llevarle los higos secos. Es verdad que nos vamos a aburrir, pero eso no es motivo...".
El otro asunto de las celebraciones talibanas es la comida, que se resume a bollo y hallaca. ¿Sabe usted que hay gente que sufre en la temporada porque no le gusta la mezcla de carne, pasitas, cebolla y masa de harina de maíz cubierta con hoja de plátano? Una mañana cualquiera usted sugerirá: "¿mi amor porqué no desayunamos un periquito, arepas, caraota y un quesito de mano", y recibirá como respuesta la pregunta que suena a orden "¿por qué no te comes un bollo de la comadre con un poquito de ensalada que está guardada en el tupperware azul?". Por eso no es casual que el himno ritual digno de Al-Quaeda de estas fechas sea "digan lo que digan no discuto más, la mejor hallaca la hace mi mamá". ¿Cómo podemos pedir diálogo al gobierno si la fundamentalista cancioncita ha marcado nuestra vida?
Pero todo jolgorio -más aún el talibán- debe contar con la música propia de la temporada, que en nuestro caso son las incalificables gaitas. Entre palo y palo uno no sabe si es Amparito o el Negrito fullero quien vende bollos en el mercado, se le hace un nudo en la garganta cuando va pa´ Maracaibo y empieza a pasar el puente, y busca respuestas en aló presidente aló. Afortunadamente, y emulando a la estrella de Belén, las gaitas y sus intérpretes brillan y desaparecen durante el mismo mes.
La guinda de la torta en las obligadas celebraciones navideñas son aquellos buenos deseos que - según dicen - flotan en el aire y milagrosamente viven a pesar de que hemos oído durante 360 días que la economía está mala, que los hospitales no funcionan, que la corrupción sigue galopando, que los precios del petróleo van en picada, que el deterioro ambiental amenaza nuestra supervivencia, que el gobierno no sirve y tampoco la oposición.
El proceso talibán que nos obliga a ser felices por decreto divino es lo que explica que los más críticos escritores de opinión se atrevan a redactar cartas públicas al niño Jesús donde expresan anhelos imposibles de cumplir por el hijo de José y María, ni que cuente con el apoyo de San Nicolás y los renos. Es una consecuencia de las fiestas talibanas que, como un acto reflejo, por estas fechas todos los articulistas terminen sus escritos deseando feliz navidad y un próspero año 2002.
Alejandro Luy
Ilustración: Rogelio Chovet
24 de diciembre de 2001 - El Nacional

Carta de un padre al niño Jesús


Querido niño Jesús:
Antes de extenderme en los saludos, lo primero que te pido es que le des urgencia a esta correspondencia, así como hicieron los diputados del bloque del cambio para aprobar la Ley Resorte.
Recibe un cordial saludo de parte de un padre asalariado -o sea yo- del país más septentrional de América del sur, casado y con tres descendientes -dos hembras y un varón- a los cuales tengo que proteger y alimentar. Como tú sabes, por estos tiempo las funciones antes mencionadas significan atender la petición que te hacen a ti de regalos y que religiosamente tú rebotas -quien sabe si irresponsablemente- a los progenitores. Esa situación me parece injusta pero no te asustes que no pretendo emprender una Constituyente navideña a estas alturas del año.
Voy a lo que me trajo hasta estas líneas: esta carta es una solicitud para que me ayudes al menos un poco ante la reiterada petición para el 24 en la noche, que cada año se hace más compleja gracias al bombardeo de propagandas, que en mi casa llegan tanto por los canales nacionales como los de cable dedicados a la emisión de series infantiles.
No se si lo habrás notado, pero las cartas "al niño Jesús" ya no son cartas. Son escritos tan extensos como una disertación de un filósofo europeo explicando el proceso revolucionario venezolano en el contexto socio-político de latinoamérica. La única diferencia es que los caracteres de nuestros carajitos están destinados a pedir, mientras que los otros, son sólo para hablar paja. Y mientras más piden, más dinero tengo que gastar.
Lo que te solicito es que le escribas al gobierno, para que instaure la I Feria del Juguete Revolucionario, donde nosotros, quienes cumplimos tu labor de entregar los presentes en Noche Buena, podamos adquirirlos a precios solidarios. Si lo pueden hacer con los alimentos en Mercal o en las ferias de Los Próceres, estoy seguro de que el ejecutivo podrá actuar en esta oportunidad de la misma manera.
No se te olvide mencionar, que por "juguete revolucionario" debe entenderse todo aquel que esté mencionado en las cartas de los chamos y chamas, a saber: bates, gorras, guantes, balones, Barbies y sus accesorios en todos los modelos y tamaños, Polly pots, Game boys, Play Stations, patinetas y patines, máquinas para hacer helados, juegos de maquillaje, carros a control remoto, bicicletas, muñequitos de Barnie, Max Steel y Power Rangers, discos de Hilary Duff, Britney Spears o Jessica Simpsom, celulares con cámara incluida, televisores y DVD, entre otros.
Se que pensarás que el pedido es difícil. Es verdad; pero si fuera sencillo no te buscamos. Bastaría hablar con Darío Vivas.
Anda Niño Jesús. Échanos una mano. Mándale una carta pública al Presidente, al Vice-presidente ejecutivo, al Presidente de la Asamblea (según parece es un tal Ameliach y no Gutiérrez que es el encargado permanente), al Ministro de Finanzas, al de Producción y Comercio, al Presidente de PDVSA (ese es importante porque tiene el billete para financiar la feria) y a todo el que a ti se te ocurra. Hazlo vale, para ver si este año los reales me alcanzan para comprarme unos zapatos.
Y no lo vayas a tomar como una amenaza, pero si no lo haces, cuenta con la Constituyente navideña el próximo año para que no sigas engañando a los niños de la patria.
Alejandro Luy
Ilustración: Rogelio Chovet
Publicado en El Mundo. el 9 de diciembre de 2002

Cochino demócrata


Dada la hipersensibilidad presente en el país originada por la polarización política, el patético desempeño de varios equipos de baseball, el amor por los animales, y por muchas otras cosas, tomo la previsión de pedirle al lector que no saque conclusiones apresuradas a partir del título de este artículo. Inicie su lectura, sin prejuicios, concluya y califique. Gracias por ceñirse al orden propuesto.
Muchos sabes que desde hace tiempo he manifestado públicamente mi aversión a las celebraciones de navidad y año nuevo. Es celebre en los círculos de intelectuales la controversia navideña entre la escritora Carolina Espada y mi persona, la cual puede leer en Nojile (www.chovet.com/nojile, Fiestas talibanas vs. Tras un pase de Jingle Bells). Sin embargo, ha sido esta distante posición la que me ha permitido hacer un análisis científico sobre los procesos sociales y culturales relacionados con estas fiestas.
Hoy resulta un momento apropiado para mostrarle el más reciente de los estudios, cuyos datos empecé a acopiar hace más de un año, pero que se alimentaron notablemente en este año cuando la navidad la decretaron con luces, San Nicolases, gaitas y parrandas el primer día de octubre (vaya a usted a saber porque motivo).
Hace un año, estaba con una amiga que regresaba de su viaje de vacaciones por la India y la invité a una refinada pastelería del este de la ciudad y cuando el muchacho de la barra – quien me veía por primera vez en su vida - me entregaba mi pedido, sutil pero decididamente me acercó un cochinito de plástico de color rosado con una clara intención de que le dejara un aguinaldo.
En otra oportunidad, al temer hacer uso de mi celular en el centro de Caracas y para evitar un arrebatón indeseado, decidí utlizar una de esas centrales telefónicas de sombrilla que pululan por el territorio nacional. Luego de mi llamada, y cuando me dispongo a pagar, el manganzón dueño del negocio me lanza desde su voluminosa humanidad “son quinientos bolos y algo pal cochinito”. Y entonces me puse a detallar la presencia del cochino en nuestras vidas decembrinas. Y allí estaba, de plástico, amarillo o rosado o verde o rojo, en las incalificables camioneticas públicas (de manera destacada en aquellas cuyos conductores le niegan el acceso a los estudiantes), en la mesa de los vendedores de frutas (piña picada, cambur, ensalada de frutas) cercanos al Parque Carabobo, en los buhoneros de autopistas que atienden las necesidades del 20% de los venezolanos que poseen vehículo propio, en los kioskos de prensa de Colinas de Bello Monte, El Hatillo o Los Palos Grandes, en todas las panaderías (obviamente), en varios abastos y supermercados, y hasta en las estaciones de servicio encerrados entre 91 y 95 octanos. Cada uno de los que cree que su labor necesita un bono solidario de parte de sus clientes, tiene un cerdo de material blando con una abertura sobre su cabeza o su lomo por donde deben entrar las monedas y los billetes.
Así, junto al típico árbol de navidad, las luces y las bolas – las de adorno -, el cochinito de plástico es otro signo indudable de nuestras navidades, que al tener acceso a todos los sectores de la sociedad, lo hace absolutamente democrático.
Ese parece ser nuestro único cerdo demócrata, porque pernil de verdad como que no hay pa´ todos.
Alejandro Luy
Ilustración: Rogelio Chovet
Publicado en el diario El Mundo en el 2005