sábado, 31 de octubre de 2009

Ciudad bajo coacción


En esta puta ciudad todo se incendia y se va,
matan a pobres corazones,
matan a pobres corazones.

Ciudad de pobres corazones
Fito Páez


Caracas se ha vuelto una ciudad tan insensible, limitada, supeditada a fuerzas perversas e invisibles, que hasta tomarse unas cervezas con una amiga que viene una vez al año de París se convierte en algo más complicado que subir el Everest.
Una propuesta de día, fecha y hora, se combate con innumerables argumentos, tantos como interlocutores. La primero objeción fue la inseguridad: La Candelaria es muy insegura, allí asaltan a la gente incluso dentro de las tascas. ¿Acaso habrá un lugar en esta ciudad, donde hacen secuestros de edificios enteros, donde la gente viva, ande o se reúna sintiéndose segura? En una ciudad donde igual hurtan, roban y asesinan en lugares nocturnos del exclusivo Centro San Ignacio o de la Avenida Baralt, donde el metro es tan peligroso en Altamira como en El Valle, puede usted recomendarme un sitio, que donde se sienta libre del hampa.
Luego surge el tráfico, que por ser un compañero diario de todos los caraqueños, también es nuestra carta condicionante para cualquier paso al frente. Es absurdo justificar el tráfico porque es viernes 30, o porque están arreglando las calles cercanas al sitio donde vamos. ¿Acaso usted conoce un lugar de Caracas al cual pueda llegar en su carro sin que implique encontrar una fuerte tranca? ¿Usted conoce cuál es la calle, autopista, avenida que al final de cualquier día de trabajo está despejada?
Pero creo que detrás de todo está la vida en ghetto a la que nos estamos acostumbrando, y sobre la cual ha escrito en varias oportunidades Rafael Osío Cabrices en sus ensayos dominicales. Quienes viven en los Palos Grandes, en El Paraíso, La Trinidad, San Luis, La Candelaria o La Pastora, encuentran pocos motivos, estímulos (el tráfico es el más intenso desestimulante) orazones para moverse al otro lado de la ciudad.
Ojalá que todas las vicisitudes para que unos amigos de la universidad reciban a quien ahora vive lejos fueran simplificadas en una condición más íntima. Sería menos doloroso para todos si simplemente se explicara con un “nos estamos poniendo viejos “y no hemos decidido aceptarlo.
Si no es lo último, entonces Caracas es, definitivamente, es una ciudad bajo coacción, donde los ciudadanos hacemos lo que el hampa, el caos, el tráfico nos deja.

Alejandro Luy, oct. 2009