jueves, 17 de abril de 2014

Dos historias porque hoy murió El Gabo

I

Era el último trimestre del año 1988, recién había cumplido con todos los recaudos para mi licenciatura de biología y estaba en mi primer trabajo como profesional como miembro del Cuerpo Nacional de Guardafaunas de Profauna, del Ministerio del Ambiente.
En julio había empezado el proceso de selección y formación del segundo "contingente" de este grupo y un momento clave fue el acto de juramentación de todos los miembros en el Embalse Masparro, en el estado Barinas.
Para el evento, que estaba a cargo del presidente de la república, Jaime Lusinchi, se invitaron a destacados profesionales y miembros de ONG como Cecilia Bhlom, Clemencia Rodner, Antonio Machado-Allison y Juhani Ojasti, quienes ocupaban junto a los guardafaunas puestos bajos varios toldos de fiesta ubicados para la ocasión  
La juramentación se enmarcaba en el bautizo del embalse. El día empezaba soleado.  Pero por esas cosas inesperadas e increíbles que parecieran ocurrir solo en América Latina, y que retrató en sus obras Gabriel García Márquez, cuando finalizaba el bautizo, cuando el cura dijo "Amén", se desató una fuerte lluvia con ventarrones, que puso a algunos a resguardo y a otros a sostener los toldos, y descargar el agua que se acumulaba en la parte superior de la tela.
Juro que en algún momento después de la breve e intensa tormenta comenté con alguien "después dicen que el realismo mágico es una invención de Gabriel García Márquez.  Si el hubiera escrito que algo así pasaría, alguien habría dicho que estaba exagerando".

II

Trabajando como guardafauna, en el año 1989, me tocó hacer censo de chigüires en varios hatos del estado Apure, a fin de otorgar las licencias para la carne que se se vende en semana santa.  Fueron 21 días continuos, 15 de ellos dedicados al Hato El Frío.
En un hato, me tocó conocer a un personaje único.  Se trataba de un trabajador de la casa del hato.  Su boca y su nariz mostraban una deformidad producto de un accidente.
No recuerdo si fue él o uno de los hermanos dueños del hato quien contó su historia.  El padre de los dueños del hato, un doctor, llegó una noche a una casa donde estaban velando a un difunto.  La muerte había sido causada por un disparo accidental en la cara.  Cuando se acercó para ver el cadáver se dio cuenta que este aun respiraba. Hizo lo necesario para llevar al hombre hasta el Hospital Universitario de Caracas, donde "recobró" la vida. Desde ese momento trabajaba en el hato.
Fue este hombre, salvado de un entierro en vida por un doctor de Caracas que entró a un velorio en el llano, quien nos contó que un día vio al diablo, en forma de paují, cuando estaba acechando desde un árbol a un venado. Decía que el ave lo vio y él se quedó paralizado.  
Historias del realismo mágico de América Latina.

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