jueves, 10 de abril de 2014

César, la cita es en Barbados

Heme aquí este domingo tratando de disfrutar de las playas de esta apartada isla, a la cual he arribado el día de ayer en mi jet privado, mirando a las jóvenes que en topless caminan y se asolean en tan blancas arenas. Sorpresivamente, mientras disfrutaba de un jugo de mango, el celular satelital repicó anunciando una llamada desde Caracas.
“Alejandro, cómo está Usted, es César quien le habla”. Quien podía dudarlo al escuchar el acento cachaco. “Muy bien, disfrutando del sol, el mar y los hilos dentales. Dígame César, en qué puedo ayudarle”. Calmadamente, como es costumbre, César planteó su necesidad: “lo llamaba para ver si usted me puede decir en que esta fallando la mesa de negociación y acuerdos. Acaso usted podría decirme porque la cosa no avanza, y nos encontramos en el fondo”.
Pasaba una mujer con unas bronceadas 34 c, cuando solté mi primera idea: amigo, alguien dijo alguna vez que dios está en los detalles, y han sido cosas menores las que te han trancado el juego. Lo primero es la composición de los negociadores, condición sobre la cual tu podías haber dado recomendaciones y aparentemente guardaste silencio.
¿Cómo es que hay una sola mujer? No César yo hubiera obligado a cada bando a tener sus representantes femeninos, dos o tres por gobierno y oposición.
Y no se trata de un asunto de igualdad de género sino de la posibiliad de conversaciones en el baño de damas, mientras se retocan el maquillaje. Allí se crea un clima de confianza que en ninguna otra parte podrías lograr. Créeme eso habría abierto muchas puertas en las negociaciones. Todo el que medianamente conozca a una mujer sabe de lo que estoy hablando.
Pero no sólo se trata del sexo de los invitados a la mesa, sino también debiste considerar la edad. Tu que fuiste el presidente mas joven de Colombia, tienes que estar claro de la alta correspondencia entre nuevas vías y juventud. Sabes que a cierta edad es imposible negociar porque ya todo se ha dicho, se ha vivido y es casi imposible dar nacimiento a ideas que no esten teñidas de desconfianza. César – le dije mientras me levantaba de la silla de extensión – usted debe conocer aquello de que loro viejo no aprende a hablar. ¡Ni a negociar hermano!
César asentía lacónicamente ante todas mis palabras. Ya me había olvidado del jugo de mango, la playa, los hilos dentales y las 34c, y continuaba con la evaluación que recorría distancias gracias a la tecnología. Entonces solté una nueva serie de preguntas-comentarios: ¿Cómo se te ocurre poner a negociar a la gente en Caracas, en el medio del candelero? ¿Dónde se sienta el ELN con el gobierno colombiano? En Cuba o Venezuela, ni de vaina en Bogotá. Dónde se reunieron vietnamitas y norteamericanos: en París hermano. Ese pequeño detalle fue un pelón fundamental.
Además – continué – las salas de reuniones que escogiste no son para gente del trópico caribeño. Primero un seminario por alla por El Hatillo, frío y desolado, y luego un salón de hotel, triste como cualquier salón de hotel triste. César eso no motiva. Tu origen andino y tantos años en Washington no te permitió vislumbrar ese detalle.
“ ¿Y usted qué cree que debo hacer?”, me interrumpió. Respiré, vi el horizonte detrás del mar azul y le dije: César comienza de nuevo. Total si con los que están no has llegado a nada, pide nuevos interlocutores que atiendan al perfil que te he dado. Política de borrón y cuenta nueva. Y por el lugar de reunión no te preocupes, yo te presto mi casa de Barbados.
Alejandro Luy
1 de diciembre de 2002

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