lunes, 29 de agosto de 2011

Allí viene el censo


Como usted debe saber – o debería – el 1 de septiembre empieza en Venezuela el Censo de 2011, que tiene varias diferencias con las anteriores jornadas. En primer lugar, durará 3 meses. Hasta hace 11 años el censo se hacía en un día, durante la jornada de domingo de “toque de queda”.
Pero hay otras notables diferencias que tienen que ver con nuestros tiempos; los tiempos de Venezuela. Por ejemplo, ya los empadronadores no cargarán un paquete de encuestas impresas, sino que contarán con un dispositivo electrónico, casi un smart phone, que hará que los datos se almacenen y transmitan más rápidamente. Debido a la inseguridad, que todos sabemos que no existe pero que la mayoría de la población percibe, ya la campaña no habla de “ábrele las puertas al censo”, como rezaba en 1990, sino que informa que los encuestadores estarán perfectamente identificados, que habrá un número de teléfono para verificar sus datos y que – aunque suene insensible – usted no tiene que abrir la puerta ni para darle agua.
Finalmente, la mayor de las diferencias, es que ahora el censo constituye un motivo de desconfianza en este país. Lo que siempre había sido advertido como un trabajo técnico, hoy es medido con la sospecha de ser un hijo de la Lista Tascón, inefable instrumento que ha servido para la segregación “discreta” y la exclusión en un país donde el gobierno se jacta de inclusivo. Como dice el dicho “el que le pica macagua, le coge miedo al bejuco”.
Afortunadamente, el señor Elias Eljuri, Presidente del Instituto Nacional de Estadística, y su equipo han entendido esa triste realidad de nuestra reciente historia y se ha esforzado por despolitizar y neutralizar un proceso que debería ser trivial en un país civilizado. Por eso no me sorprendió, o lo hizo gratamente, que Eljuri y el Coordinador del Censo, Luis Gerónimo Reyes, fueron el lunes 29 a un programa en Globovisión, canal al cual ningún funcionario público del PSUV puede dar una declaración y mucho menos invitar a alguna rueda de prensa, para hablar del proceso.
Ahora, antes de esta comparecencia del INE a Globovisión, ya yo había decidido recibir al censo y responder a sus preguntas. Total, hay que ser bien pendejo para pensar que el Gobierno no sabe exactamente todo acerca de ti. Cruzando la información de la declaración de impuesto, RIF, CADIVI, registros públicos, Seguro Social, movimiento migratorio, y la de sus deudas y cuentas, y – por supuesto – la Lista Tascón, lo único que quizás no sabe el gobierno es su tipo de sangre. El mío es O Rh+.
Pero en la entrevista del INE en Globovisión dijeron una cosa que para mí es clave: nadie va preso por no responder al censo, por tanto la obligación es moral. Además el organismo ha informado que obtener la respuesta al 80% de las preguntas es suficiente para el fin último del censo, como es la elaboración de programas y políticas públicas.
Con lo anterior, procedí a revisar la encuesta y al menos una de las ocho decenas de preguntas no voy a contestar: la pregunta siete de la sección V, que indaga si el encuestado es negro, afro descendiente, moreno, blanco y otra. Debo aclarar que no se trata de que me disguste la pregunta o que la considero inútil en un país que hasta ahora he percibido mestizo y mayoritariamente no racista. Lo que sucede es que la encuentro muy difícil, y ya le explico por qué.
Mis antepasados Luy fueron dos canarios, que llegaron y se enamoraron de dos hermanas, las Urbano, que – según palabras de mi papá - “eran dos negritas” dueñas de los terrenos donde ahora está el aeropuerto. Mis tatara abuelos eran Manuel Luy e Isidora Urbano, un blanco y una negra, y uno de sus hijos fue el abuelo de mi papá, Simón, a quien siempre mi mamá y sus amigos lo han llamado “el negro”. Mi abuela por parte de padre era de origen español, mientras que mi abuela y mi abuelo por parte de madre eran blancos zulianos. Podría pensar que yo debería ser blanco, pero viendo a mi amiga Mary, eso es imposible. Blanca ella, Carolina, Daniela, Tina, entre otras. Entonces soy moreno, pero cuando me comparo creo que esa es una denominación para mi amigo Carlos. Mis amigas Cristina y Liz, lucen “afro descendientes” pero no “negras”, aunque yo siempre las llamé con cariño “negritas”. Total que la cosa no me cuadra y me genera esta indefinición.
También está la opción de “otra”, pero ¿cuál? Evidentemente aquí le faltó a los técnicos del INE una gama más amplia de opciones; algo así como una paleta equivalente a la que usamos para el café los venezolanos: tetero, café con leche claro, café con leche, café con leche oscuro, marrón claro, marrón, marrón oscuro, guayoyo y negro, a saber.
En conclusión, desde ya advierto a mi encuestador que no se lo tome a mal cuando, llegada la pregunta siete de la sección V, mi respuesta sea: paso.


Alejandro Luy
29 de agosto de 2011

Ilustración:Rogelio Chovet

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