domingo, 6 de diciembre de 2009

Estudiar a los 46...qué necesidad hay de eso

Hay que decirlo de entrada con este oxímoron: es una consciente inconsciencia ponerse a estudiar después de 21 años de graduado. Cuando yo me convertí en un licenciado en biología después de 7 años de “estudio”, que en su momento representaba más del 40% de mi vida, quedé convencido de que no quería volver a colocar mis nalgas durante 8 horas en un pupitre de madera. “No mano, si de aquí en adelante uno va a tener que calarse algo, que al menos le paguen…lo mejor posible”, me dije.
No sé si fue la crisis de la mitad de los 40, la invitación de mi amigo Luis Aníbal o las ganas de respirar fuera de Venezuela, lo que finalmente me llevó a optar por estudiar una Maestría en Gerencia Ambiental en Bogotá, bajo un esquema “semi-presencial”, con beca de la Fundación Moore.
La vaina se veía de pinga. Tanto así que, luego de convencerme a mí mismo, escribí, para optar a la maestría y a la beca, cosas tan bellas como “mi interés es poseer nuevos aprendizajes, dar teoría a lo que he venido realizando de manera empírica en el área gerencial y conocer experiencias de personas similares de Colombia, Ecuador, Bolivia o Perú ”. Eso se lo reiteré al Dr. Rodríguez cuando me entrevistó por teléfono y a mis compañeros el día de la presentación.
Una vez aceptado, sólo se trataba de viajar una vez al mes, escuchar a los profesores, hacer las tareas y encaminarse por esta rutina poco perniciosa durante unos 22 meses. Los primeros 4 meses me hacen concluir que, sin duda alguna, mis suposiciones estaban erradas.
Es verdad, los pupitres, al menos en la Universidad de los Andes, no son de madera. Las sillas son hasta cómodas…las primeras 4 horas. Es verdad también que uno tiene “el tinto”, el agua y distintas variedad de té dentro del salón para hacer más llevadero el estudio.
Pero también están las cosas que en 1988 me habían convencido para alejarme de las aulas. Para empezar los profesores, que naturalmente nos dan sus conocimientos pero que pretenden que uno llegue a parecérseles – profesionalmente hablando - luego de escucharles por unas horas que no suman 5 días. Claro que para ello uno tiene que leerse en un cuatrimestre todo lo que ellos se han leído en 20 años.
Por supuesto que asociado a lo anterior están las calificaciones, que aquí van de 1 a 5. Enfrentarme nuevamente a este panorama, me ha hecho reivindicar nuestra máxima de bachillerato: “10 es nota, lo demás es lujo”. De esta manera queda claro que no deben imaginarme Summa Cum Laude: 3.5 como promedio y va que chuta.
Asociado a las materias y a los profesores está lo que se denomina la “plataforma tecnológica de apoyo al estudiante” que en nuestro caso se llama SICUA PLUS, pero que cuya mejor denominación podría ser “el agujero negro”. Entrar allí es ingresar a la dimensión desconocida. Yo hasta he llegado a pensar que realmente el SICUA PLUS es como el Gran Hermano de George Orwell, no existe, pero con este artilugio la Universidad de los Andes y los profesores nos mantienen aferrados a la maestría y subyugados por ella.
Yo he pedido a la coordinación de la Maestría que por lo menos permita colgar fotos en el SICUA PLUS para que se haga agradable como facebook. Podría entonces llamarse “SICUABOOK”.
Luego están las y los compañeros de clases, quienes tienen la particularidad de que no son un@s pendejos, que trabajan igual que uno, que están tan ocupados como uno y que también están dispuestos a desaparecerse, y hacerse pendejas y pendejos a la hora de los trabajos en equipo…igual que uno.
A diferencia de mis años de pregrado, el nivel de compromiso hace que las justificaciones sean más elaboradas e importantes: “es que estaba acompañando al Presidente de la Compañía en una presentación que debía hacer ante el ministro….”, “estamos en la actualidad organizando un Plan estratégico a 5 años que requiere el concurso de 5 unidades de negocio …” o “ para mi asistencia a Copenhague a la Cumbre de Cambio climático necesito negociar con el Canciller..”. ¡ Coño!
Frente a eso como uno puede defenderse; cómo le dices a Mauricio “marica el domingo no puedo hacer contigo lo de negociación porque tengo que llevar al carajito a jugar en el parque”, o le escribes a Janet. “vieja tengo que atender a mi mamá esta noche y no puedo averiguar más sobre la tarea de desechos sólidos”. De verdad que a mí me da vergüenza esbozar mis más mundanos argumentos, como ser el Gerente general de una organización no gubernamental con 5 programas y 17 personas. Como dicen los gringos: ¡peanuts!. En otras palabras me siento amilanado rodeado de tanto cuarto bate. (Nota: nótese como ya se ha empezado a internalizar el lenguaje coloquial bogotano en este servidor).
Pero sería injusto si no hablara de las cosas buenas. Y una de ella es sin duda es la cofradía de jodedores que ya se ha formado, con quienes ya se están elaborando – utilizando para ello algunos de los aprendizajes adquiridos en la carrera y los aportados por el cromosoma Y – algunos rankings de los cuáles no estoy autorizado a dar más detalles porque quizás estos puedan convertirse en alguna tesis de los involucrados.
Además, por supuesto, están las mujeres relacionadas con los rankings antes mencionados y que no sólo son brillantes en clase sino cuando bailan reagetón.
Así todo he sobrevivido al Módulo I, confiado en que los otros serán peores, pero que en algún momento se verá la luz al final del túnel. Sólo espero que esa luz no sea la de un tren que está entrando por el otro lado.

Alejandro Luy
6 de diciembre de 2009

3 comentarios:

Unknown dijo...

Viviendo la vida, dan ganas de reir, de compartir, de darse el gusto de aprender del profesor, del compañero, del venezolano, del peruano, del boliviano, de los colombianos. De este proyecto de vida en nuestras vidas. Un abrazo. Alexandra Mejia MGA-II

Andrea Calderon Leal dijo...

Ale, eres lo mejor... me encanta que estes usando nuestro "lenguaje" jejeje, es muy bonito... o no??

Unknown dijo...

Buenísimo ALE, no tengo duda que lo lograrás, y esta humorada es prueba de ello.

PD. No mentes tanto la madre cuando recibes nuevas tareas, cónchale que yo soy madre...