sábado, 1 de mayo de 2010

Cosas que no cambian


Habrá sido hace un par de meses cuando la noticia de primera página de muchos diarios era que una dama había sido secuestrada por funcionarios policiales y llevada a una comisaría como sitio de incautación.
Cuando la leímos, uno se preguntó, ¿hasta donde podemos llegar?
Ya no es sólo que el Ministro de Interior y Justicia haya reconocido que un alto porcentaje de policías están involucrados en hechos delictivos sino que estos funcionarios son capaces de utilizar la "infraestructura" de trabajo (armas, carros y espacio físico) para cometer sus acciones.
Por algo es común escuchar a quienes han sido víctimas de asaltos y secuestros en Venezuela: "los tipos actuaban como policías". Parece que estos parecen policías porque simplemente lo son.
En esta semana, tuvimos la posibilidad de ver con optimismo las actuaciones del CICPC en dos lugares de Caracas procediendo a la captura de una banda delictiva en San Agustín del Sur vinculada a secuestros, asaltos y drogas, y a la de un cabecilla de la banda "Los Invisibles" que - según la prensa - es responsable de más de 40 secuestros.
Esto último ocurrió el viernes 30, y la foto más destacada era del propio director del CICPC, Wilmer Flores Trosel, conduciendo al imputado, que usted está viendo ilustrando este artículo.
Lo sorprendente es que el sábado la foto nuevamente apareció para decirnos, según se leía en Noticiero Digital: "El líder de la banda “Los Invisibles”, detenido ayer, se ha fugado de su lugar de detención".
No importa si la fuga se debió a que los "funcionarios se quedaron dormidos", como ellos mismos han dicho a Flores Trosel o, como otros sospechan, que esta fue posible porque el imputado "pagó" su liberación.
No importa cuál sea la causa, pero podemos suponer el malestar del propio Flores Trosel que queda muy mal parado sea cual sea el caso, después de el mismo haber arriesgado la vida.
¿Qué confianza podemos tener en una policía que es capaz de humillar - por incompetencia o por dinero - a su jefe máximo?
Esta mañana cuando caminaba hacia la Plaza Bolívar habían unos policías municipales que ante la terquedad de una mujer de querer pasar por una calle cerrada, sus palabras terminaron siendo gritos para decirle: "muevete chica, nojoda...no seas pajúa".
El otro día descubría que mi hija de 17 años tiene la misma percepción que yo tenía a su edad hacia los policías. Y no es nada buena. Parece que algunas cosas no han cambiado.

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