viernes, 21 de octubre de 2011

Sobrevaluados


En el momento que emprendí a escribir este artículo temía por la reacción chauvinista de aquellos que, a cuenta de defender a la patria, son incapaces de ver la realidad que nos describe. Pero luego, y ahora me toca comprobarlo, creo que por el contrario los comentarios a este artículo darán mi razón a mis palabras: brindando servicios, los venezolanos estamos sobrevaluados, en otras palabras tenemos un desempeño mediocre pero creemos que estamos entre lo mejor del mundo.
A partir de innumerables pruebas vividas por mi o por terceros en el territorio venezolano, con empresas públicas y privadas, en hoteles de cinco estrellas o vendedores de empanadas, pasando por maître de un restaurant, en un call center o en el terminal de una línea de autobuses, así como por comparación con otros países es muy poco esperanzador obtener una respuesta satisfactoria, amable, adecuada en tiempo y alcance, de cualquier venezolano del cual requiramos una asistencia, no por dádiva, sino porque es la retribución al ser ciudadanos o clientes.
En el hotel 5 estrellas ubicado en el sector de El Rosal en Caracas, que pertenece a una cadena presente en más de 73 países, usted no deja los paquetes para un huésped en el mostrador de la recepción, sino que debe salir a la calle y tomar un acceso hacia los sótanos del hotel, donde un guardia recibirá la encomienda. En otro hotel tan estrellado como el anterior, un amigo colombiano pidió una café con leche y la camarera le respondió “será café negro porque leche no hay”.
La chica que atiende la taquilla de pago del servicio eléctrico en el centro de Caracas, podría responder los buenos días (nadie le pide que tome la iniciativa para ofrecerlos), pero por el contrario se limita a ver la cuenta, decir cuanto debes pagar, y – sin verte la cara – te ordena que tú mismo tomes el recibo que acaba de imprimirse.
La línea de autobuses que cuenta con sus terminales privados en varios estados de Venezuela, argumenta que la factura no puede salir a nombre de una empresa, a cuenta de un seguro de los pasajeros. No vale la pena decir que otra línea si lo hace y que nada tiene que ver una cosa con la otra. No hay factura a una persona jurídica. La empresa de la competencia – equiparándose a todas las líneas aéreas de Venezuela – nunca sale a tiempo, ni siquiera luego de haber hecho ajustes a sus horarios y rutas. Así, un recorrido de dos horas se convierte en otro de tres horas y media. No hay a quien reclamar.
Un caso que expresa comparativamente nuestro problema lo vivió una amiga venezolana quien por un asunto de su tarjeta de crédito debió llamar a las oficinas de los Estados Unidos, Colombia y Venezuela. La misma franquicia. ¿Dónde la trataron mal, le contestaron grosero y le tiraron el teléfono? Adivinó: en Venezuela.
Este año, durante un vuelo internacional, un funcionario ecuatoriano me comentaba con pena “que malo es el servicio en Venezuela”, y solo había estado dos días en un hotel donde los 500 dólares de tarifa no incluía el desayuno y el check out se demoraba 40 minutos.
Día a día, en la panadería, en el Metro, en los bancos (¡ay los bancos!), en la clínica privada o el hospital público, en el ministerio, en el seguro del carro, en la tienda de ropa, el supermercado, mayoritariamente conseguimos gente que se siente demasiado importante como para atendernos bien, independiente de su procedencia, género, raza, religión. Gente que les es fácil decir “si no te gustas te vas”.
Y si ustedes creen que es demasiada especulación y exageración de mi parte, cierro con esta historia. Un amigo que ocupa una importante dirección en un ministerio, que durante toda su vida profesional ha vivido las vicisitudes de esa dependencia, un día reunió a los técnicos para hablarles de lo que se decía en la calle acerca de ellos y su forma de trabajar. ¿Cuál fue la reacción? ¿Sorpresa? ¿Pena? No, indignación porque aquel recién llegado les espetaba esas “ofensas” ¡Qué bolas marico!, seguramente dijo más de uno.
Seamos sinceros: nosotros, los venezolanos, nos creemos la tapa del frasco y por tanto el servir a los demás es un acto de caridad que por supuesto el receptor debe agradecer aunque le cueste al precio de una habitación de un hotel cinco estrellas o el pasaje de la camionetica.
Así son las cosas aquí. Y si no te gusta, te vas.

Alejandro Luy
Octubre 2011

Ilustración: Rogelio Chovet

1 comentario:

Carla dijo...

El tema de los servicios es dificil de descifrar. A veces uno piensa que está haciendo las cosas bien y no pero como nadie se lo dice, lo sigue haciendo. Para mí lo mejor es tratar siempre de recibir feedback de los clientes. Por ejemplo en algunas líneas aéreas ponen libros de quejas a disposición en todos lados, incluso en el avión. Sé que LAN lo hace, y me parece muy válido: no solo porque le dan una descarga a los clientes si pasa algo, sino porque también es la forma de saber qué piensan ellos y qué no funciona como debería... Para mí esa es la clave para empezar a dar un buen servicio!