domingo, 3 de agosto de 2008

¡Nacionalicemos todo!


Uno llega a la casa después de 12 horas de viaje, luego de cubrir el trayecto dentro del territorio nacional en su mayor trecho en avión, y se pregunta quién es el responsable de que uno arribe cansado, hambriento, limpio y sin una tijera de punta roma que servía para cortar los pelos de la nariz.
Y uno se pone a pensar y se da cuenta de que el motivo de la rabia está tan repartido que uno no termina de focalizar la molestia y cuesta más deshacerse de ella. Por eso, 24 horas más tarde del fin de la jornada, aun ando arrecho.
Uno sale de la población X a las 5 de la mañana para llegar con suficiente anticipación al aeropuerto, y se lleva la primera sorpresa. De entrada la aerolínea privada (el nombre es absolutamente secundario) dice que el vuelo de las 9:30 está retrasado hasta las 11; que el avión no ha llegado de Caracas. Qué se le va a hacer.
Te vas para un sitio de comida dentro del aeropuerto y ordenas un cachito de jamón y queso, un jugo de piña y un café junto a la cuenta, y recibes la sorpresa de 20 mil bolívares.
A las 9:30, la voz del aeropuerto – sorpresivamente – nos anuncia que los pasajeros del vuelo 345 debemos pasar a la sala de espera B (sólo hay dos salas de espera, la A y la B, ambas pequeñas y sobre todo aburridas). Entonces nos toca pasar por el puesto de control de este micro aeropuerto que detenta la categoría de internacional. Y entonces detectan en el morral una pequeña tijera punta roma que tiene que quedarse en el punto de control. A la chica que me antecedía le quitaron el champú. Heathrow en el estado Bolívar.
Luego resultó que el llamado fue inútil. Nos quedamos encerrados; secuestrados. Las horas pasaron hasta que a las 12 del mediodía la voz del aeropuerto anuncia que a la 1:05 llegará el avión. Entonces es mejor almorzar en el único restaurante de las salas de espera del aeropuerto internacional. Un pedacito de pollo, lechuguita, pepino y tomate como ensalada y abundante arroz.
Finalmente a la 1:30, 4 horas mas tarde de lo esperado, el avión levantó vuelo, sólo para llegar – otros sesenta minutos a la cuenta – a embarcarse en un autobús (no hay real para pagar un taxi) que nos llevará a Caracas. Claro sabe usted que la vía de contingencia está destinada a hacernos pasar maldiciendo hora y media cada vez que llegamos al principal aeropuerto de Venezuela.
Como notará los motivos de mi estado de ira son múltiples, con una parte asociada a un ente particular: la aerolínea privada, la cafetería, la administración del aeropuerto, el restaurante y finalmente al gobierno por la famosa trocha.
Uno tiene una sola bilis, y por eso es difícil seccionar tanta cólera. Así que, como ahora la estrategia nacional es nacionalizar todo lo estratégico, pues propongo que se nacionalice todo aquello que nos causa malestar.
Así estaremos arrechos sólo con el gobierno, como es lo natural.



Alejandro Luy

17 de febrero de 2007

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