jueves, 25 de marzo de 2010

Ensayo sobre dos capítulos del libro Colapso


En los millones de años de la historia de la tierra, que sirvieron para que se conformaran los ecosistemas del planeta, es decir las especies y sus interacciones, el hombre sólo ha estado presente en una pequeña parte de este tiempo. De los aproximadamente 4 mil millones de años de la historia de la tierra, el género Homo ha habitado apenas unos 2,5 millones de años, mientras que los reptiles, mamíferos, aves, anfibios, plantas con flores, insectos, etc.; es decir los componentes bióticos del ecosistema tenían al menos 130 millones años.
Sin embargo, a diferencia del resto de las especies de la tierra, la humana posee una característica única: la cultura, y con ella la tecnología, el conocimiento y la capacidad de desarrollar herramientas, que le han servido para controlar, hacer uso y modificar su entorno, y con ello sobrevivir en casi todos los ambientes terrestres.
Así, al incorporarse dentro de los ecosistemas, el ser humano tenía la capacidad de incidir en las relaciones, y lo hacía fundamentalmente en función de sus necesidades de supervivencia.
Qué conclusiones sobre la relación del hombre y los ecosistemas podemos obtener a partir de las historias pasadas. Qué esperamos del futuro: una visión más consciente y conservacionista o estamos indefectiblemente caminando hacia la destrucción del planeta.
El fin de este ensayo es intentar dar una respuesta a esas interrogantes a partir de las ideas centrales de lo expresado en los capítulos 5 (Crepúsculo en la Isla de Pascua) y 11 (Una isla, dos pueblos, dos historias: la República Dominicana y Haití) del libro Colapso de Jared Diamond.

Sí se puede
Los análisis de Jared Diamond sobre la isla de Pascua y las probabilidades de sobrevivencia en comparación con otras islas del océano Pacífico, demuestran que esta isla era la que poseía las peores condiciones para sostener la vida humana. La disponibilidad de recursos terrestres y marinos, la latitud, la geografía, la extensión, los suelos, en su conjunto atentaban contra la posibilidad del establecimiento humano.
Pero cerca del año 900 un grupo de hombres y mujeres provenientes de la Polinesia, navegando contra las corrientes, llegaron a esta pequeña isla, un punto en el océano, que constituía un área de gran importancia para la reproducción de aves marinas, hecho que se cree fue un factor clave para guiar a estos antiguos navegantes.
Las pruebas permiten estimar que la Isla de Pascua albergó una población de 15 mil habitantes (una densidad aproximada de 150 habitantes por kilómetro cuadrado), quienes aplicaron los conocimientos para generar el alimento necesario para garantizar su sobrevivencia. Esta demanda de alimento se incrementaba por el ejercicio físico y el número de hombres dedicados a las tallas de las estatuas y las bases para su instalación que han hecho famosa a la Isla de Pascua.
La siembra en mantillos líticos, práctica presente en otras culturas, la cría de pollos en corrales de piedra, y la protección con piedras de los cultivos contra el frio, fueron las bases productivas que sostuvieron a esa comunidad por no menos de 600 ó 700 años. Imaginemos estar a la mitad de este período y pensemos si nuestro pensamiento racional cuestionaría la capacidad de sostenibilidad del entorno por el resto de la existencia. Yo creo que no.
Pero hubo algo más, propio de las capacidades de la especie humana, que esta comunidad hizo para garantizar la sustentabilidad en este hostil entorno. Los habitantes establecieron clanes o grupos independientes, cada uno de los cuales dominaba una porción de la isla, que a su vez poseía características ambientales propias lo cual implicaba prácticas especificas para la producción de alimentos. Para trasladarse hasta la cantera, a fin de elaborar las figuras de piedra y posteriormente llevarlas hasta los lugares de exhibición, se requería transitar entre los diferentes territorios. Por tanto, se estima que los grupos debieron establecer relaciones de cooperación que garantizaran cubrir necesidades básicas (variedad de alimentos) y culturales o hedónicas (la creación y exhibición de las figuras de piedra para rendir culto a los jefes, por ejemplo). En otras palabras, en la Isla de Pascua había un importante capital social.
Entonces, una compleja sociedad, con la capacidad de modificar el entorno para generar alimento, logró establecerse, crecer y sobrevivir durante varios siglos en un ambiente poco favorable para la vida humana apoyado en la aplicación de tecnología. Lo anterior necesariamente permite concluir que hasta un determinado momento hubo un aparente uso sustentable del ecosistema.

Ambientes similares y sociedades diferentes
Una manifestación de la cultura del ser humano son las estructuras de organización social, que se expresan – entre otras cosas – en los arreglos de poder tanto formales como no formales, las leyes y las normas que rigen esa sociedad.
Estas normas sociales, tienen implicaciones e incidencias relevantes en el uso sustentable de los ecosistemas. Dos maneras de ver “el mundo”, es decir dos sociedades diferentes pueden obtener resultados distintos en el uso de sus recursos y consecuentemente abrir caminos para la sustentabilidad o – por el contrario – para el colapso ambiental.
En la isla caribeña de La Española se encuentran los países de Haití y República Dominicana, cada uno de los cuales presentaba características orográficas y ambientales particulares, diferenciables, pero no en gran escala como para que justificaran las diferencias ambientales actuales en ambas naciones. Por el contrario, las mayores diferencias entre estas dos zonas están asociadas a aspectos históricos y socio-políticos. Esas diferencias se evidencian en la actualidad en la conservación ambiental y su incidencia en la pobreza de cada país.
El patrón de asentamiento desde la época colonial, las incidencias de los movimientos emancipadores en cada uno de los países y las políticas ambientales – estrictas en República Dominicana y laxas o inexistentes en Haití - son tres factores que explican ampliamente la situación diferenciada entre ambos países, incluyendo la acentuada pobreza de Haití frente a una más “tolerable” pobreza en República Dominicana. Quizás hasta se pueda inferir que si se hiciera un “intercambio” de situaciones históricas entre ambas naciones, hoy las peores condiciones se encontrarían en República Dominicana.
La actual vulnerabilidad ambiental de Haití hace que un fenómeno natural de mediano o gran impacto (como el terremoto ocurrido en el mes de enero o el paso de un huracán) genere seguramente una catástrofe natural con un impacto generalizado sobre la población del país. Mejores condiciones sociales y ambientales, minimizan las tragedias naturales y con ello la magnitud de las catástrofes.

La política, la gerencia ambiental y la sostenibilidad
Los ejemplos de la Isla de Pascua, Haití y República Dominicana demuestran que los factores políticos y de gerencia ambiental han sido y siguen siendo claves para la sostenibilidad ambiental.
¿Conclusión obvia? Posiblemente para algunas naciones, y para estos tiempos. Pero aun no tan ampliamente asumida como deberíamos a comienzos del Siglo XXI. El caso de Isla de Pascua es emblemático en función de que puede ser metáfora para lo que podría sucederle al planeta Tierra, una “isla” en el Universo, cuyos recursos están siendo deteriorados, con una población que sigue en crecimiento y donde muchas de sus naciones compiten para mostrar sus avances tecnológicos, algunos tan innecesarios para la sostenibilidad (incluso con efecto negativo sobre la conservación ambiental) como las estatuas de la Isla de Pascua. La inversión en armas más poderosas y efectivas, y particularmente el desarrollo de armas de destrucción masiva, son algunas de las “estatuas” de la actualidad.
Los modelos políticos de Haití e Isla de Pascua fueron incapaces de incorporar a largo plazo la variable ambiental a la gestión del territorio. En Isla de Pascua, los líderes no previeron que la destrucción de los ecosistemas boscosos, utilizados básicamente para poder transportar las estatuas, los condenaría – entre otros – a acabar con la posibilidad de escapar de la isla, ya que eran la fuente para la elaboración de las canoas. Fue tan notable ese error, que una vez que entró en “picada” la sociedad por la falta de alimentos, los habitantes, además de cometer canibalismo, atentaron y desconocieron lo que había sido la autoridad y sus manifestaciones. Así, las estatuas empezaron a ser derribadas; gesto liberador pero inútil para los fines de sobrevivencia.

El factor tecnológico
La observación de los procesos naturales, y la aplicación de técnicas junto a la evaluación de resultados, son algunas de las bases para el desarrollo de los procesos tecnológicos que le han permitido al ser humano “controlar” al ambiente, a fin de ponerlo absolutamente a su disposición, ya sea para cubrir sus necesidades básicas de supervivencia o algunas propias del desarrollo cultural propio de la especie.
Así el hombre pudo construir, sin grandes máquinas, las pirámides egipcias o tallar las estatuas de la Isla de Pascua, construir las ciudades Mayas o Incas, o, como las comunidades indígenas amazónicas, hacer un uso sostenible de suelos muy pobres por medio de la siembra en conucos.
La capacidad de “imponerse a la naturaleza” sin duda ha conducido al hombre a confiar en sus habilidades y conocimientos para enfrentar y vencer cualquier condición que perciba como limitante. El desarrollo de la biotecnología ha permitido dominar enfermedades e incrementar la producción agrícola.
Pero, acaso esa situación no nos ha hecho sobredimensionar nuestras capacidades de supervivencia. ¿Hasta qué nivel el hombre actual minimiza el impacto que está teniendo sobre la conservación de la tierra y sobredimensiona su capacidad de respuesta futura a los problemas que está generando?
¿Cuán internalizado está en el ser humano que si bien podemos desarrollar más y mejores herramientas e inventos, de menor tamaño y a menor costo, que quizás nos ayudan a combatir el cambio climático, o las enfermedades o las necesidades de alimentación, no parece posible devolver a la vida una especie de planta o una ballena una vez extinta, o incluso crear uno de los más vitales elementos para la vida, el agua?
En otras palabras, ¿estamos entendiendo que la tecnología tiene un límite para la sustentabilidad del planeta? Creo que a la tecnología se está poniendo demasiada fe, la están convirtiendo en una religión de la cual echaremos mano para salvarnos.

Conclusiones
¿Hemos leído el pasado y con ello estamos previendo el futuro y asegurando su sustentabilidad?
La respuesta se puede dar con el vaso “medio lleno” o “medio vacío”; de manera optimista o pesimista…o quizás con las dos (es decir, mirando que el vaso tiene agua). Una referencia para esta visión puede encontrarse en la película Home de Yann Arthus-Bertrand, que muestra la historia del planeta, las consecuencias sobre el ambiente de las prácticas humanas y finalmente los cambios en organizaciones, en normas y leyes y en prácticas que auguran una solución a los problemas ambientales, y que pueden servir de referencia para todos los gobiernos y habitantes del planeta.
No queda duda que la raza humana cuenta con un historial de aciertos y errores en el manejo de los ecosistemas terrestres que permitirían desarrollar de manera acertada estrategias para el uso sustentable de sus recursos. Esa experiencia está documentada y probada, tiene miles de años o se basa en recientes desarrollos tecnológicos. Posiblemente el único reto particular frente al de otros tiempos está vinculado al crecimiento poblacional, un factor que junto a la necesidad de alimentos y la producción de residuos y desechos, incorpora unas variables más bien propias de finales del siglo XX y comienzos del siglo XXI.
Pero como la información sólo es potencialmente útil, y sólo tendrá un sentido práctico al darle un uso, todo el conocimiento aprendido será inútil para la sustentabilidad del planeta si no lo incorporamos en la práctica diaria, y mientras más temprano mejor.
En contraposición, debemos dejar de sobrestimar nuestra capacidad de adaptación, y pensar principalmente en los mecanismos para minimizar el impacto sobre la diversidad biológica y los ecosistemas, y a partir de ahora construir un modelo de desarrollo distinto.
Así, y tratando de dar respuesta a las interrogantes planteadas al comienzo de este ensayo, no queda duda que tenemos las bases históricas, las herramientas tecnológicas y el conocimiento para garantizar una sostenibilidad del planeta pero esto no será posible sin un liderazgo de ciudadanos, organizaciones y naciones, que se planteen como objetivo cambiar el rumbo, y dar la vuelta al actual modelo de desarrollo.
En palabras de Yann Arthus-Bertrand, director de la película Home, “estamos viviendo un período crucial. Los científicos nos dicen que sólo tenemos 10 años para cambiar nuestros modos de vida, evitar agotar los recursos naturales e impedir una evolución catastrófica del clima de la Tierra. Cada uno de nosotros debe participar en el esfuerzo colectivo”.
O hacemos eso, o el planeta Tierra será primero Haití y luego Isla de Pascua.

Alejandro Luy
Marzo 2010

Citas
DIAMOND J. (2006) Colapso: Por qué unas sociedades perduran y otras desaparecen. Random House Mondadon. 457 pp.
2 http://www.youtube.com/user/homeprojectES#p/a/u/1/SWRHxh6XepM

miércoles, 17 de marzo de 2010

Sensación térmica


Creo que por primera vez en la historia de nuestro país un periódico se ha atrevido a hablar, ante las altas temperaturas que estamos viviendo, de la “sensación térmica”. Concretamente, en primera plana tituló algo así como: “en el Zulia la sensación térmica es de 50 grados”. Obviamente mucha gente se quedó en blanco pues no está acostumbrada a la terminología.
Mi labor hoy es tratar de educar al ciudadano venezolano acerca del significado de “sensación térmica” . En primer lugar déjeme tratar de explicarlo en función de mi experiencia en países templados tanto del norte como del sur del planeta. Fíjese, si usted se encuentra en Bariloche, Argentina en Septiembre, la temperatura puede estar cerca de los 12 grados. Pero, como la ciudad tiene al lado un lago, un espacio despejado y amplio sobre el cual se generan fuertes vientos, la consecuencia es que usted siente que esos 12 grados son como 8. Entonces la sensación térmica es de 8 grados.
Pero déjeme explicárselo con casos más típicos de nuestro territorio. Imagine que usted está caminando por la Av. Urdaneta de Caracas a las 11 de la mañana, y sabe que el termómetro está en 27 grados. De pronto usted ve a una mujer con un sweater de lana y cuello de tortuga caminando por las aceras del sector. En ese momento usted sentirá que la temperatura se elevó hasta los 35 grados, por tanto su sensación térmica ante semejante espectáculo es 8 grados mayor de lo que debería sentir.
Visualice a un hombre caminando en la Av. Bolívar de Valencia, bajo el sol del mediodía con una chaqueta de cuero digna del clima de Bogotá a las 11 de la noche. Inmediatamente usted siente que la temperatura no es de 40 sino de 45 grados.
Si aun no le queda claro, permítame sugerirle la siguiente imagen. En pleno centro de Maturín, a las 3 de la tarde, una mujer luce sus botas de cuero, o unas como las que venden en Zara en diciembre con “peluchito”. No importa la temperatura real, usted sentirá que la ciudad es un infierno.
Yo estoy seguro de que quien tituló la primera página sobre la sensación térmica en el Zulia, vio a una marabina, con sombrero y bufanda, junto con unas botas de cuero. La vio y le entró aquel vaporón digno de la reseña periodística.
Claro, ese redactor no debe ser de la región, porque todo el mundo sabe que en Maracaibo ese es el atuendo normal para ir al trabajo, porque ningún aire acondicionado puede estar a más de 18 grados centígrados.
Así, queda claro, que eso de la sensación térmica es un asunto subjetivo.


Alejandro Luy
17 de marzo de 2010

domingo, 7 de marzo de 2010

Cosas que usted puede hacer en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía


Todos los amigos y familiares que han llegado a Venezuela luego de los múltiples y crecientes arreglos realizados al Aeropuerto Simón Bolívar de Maiquetía no hacen sino sorprenderse.
La norma común es decir: “que bonito está el Aeropuerto”. Desafortunadamente sobre el servicio de inmigración y aduana, los comentarios dependen de una ecuación con múltiples variables independientes incluyendo la hora del vuelo, el sitio de procedencia, el humor del (de la) funcionario (factor que ha de multiplicarse por el número de funcionarios asignados al servicio), si hace frío o si llueve.
Personalmente, debo reconocer otras cosas maravillosas que, intencional o accidentalmente, el servicio del aeropuerto brinda a todos quienes lo utilizan. Si usted no ha viajado recientemente fuera del país, le cuento algunas de esas cosas que usted puede hacer en este lugar tan especial.
Todos sabemos que los aeropuertos son la tabla de salvavidas a la hora de comprar el regalito que se olvidó. También estamos conscientes de que el Duty Free, aun sin impuesto, no suele proporcionar las mejores ofertas. Pues bien, en el Aeropuerto Internacional ahora usted, mientras chequea su equipaje puede comprar un CD quemado, pero con buena presentación, de su cantante favorito, o mejor del cantante favorito de la persona a quien usted piensa regalarle. Es una sensación única pedir que te agreguen las millas mientras escoges entre Chino y Nacho, Simón Díaz o Daddy Yankie.
Por otra parte, nuestro principal aeropuerto internacional es como una especie de “guarimba” donde uno se refugia en la ilegalidad, sin que haya mayores consecuencias. Un ejemplo de ello es que, conviviendo con las autoridades civiles y militares, están los “gestores” (así los denominan los mensajes por los parlantes) quienes ofrecen sin ningún tapujo cambiar euros o dólares, imagino que a una tasa distinta a la oficial que es la que encuentra en las casas de cambio. Esa gestión, así como que yo anuncie en este blog el valor del dólar paralelo, está sancionada en la Ley, pero – como decía – el aeropuerto es la guarimba y allí quedamos libres de ser atrapados.
Una última cosa que usted puede hacer mientras espera que salga su vuelo, es probar los abrigos que ha de usar en Europa, Estados Unidos o Rusia en el más fuerte invierno. Por una extraña razón (¿será algo de fisicoquímica?) en la época de mayores temperaturas y mientras hay un control de la energía, el frío polar se ha instalado en el aeropuerto internacional.
Lo que si no va a encontrar en Maiquetía, es acceso inalámbrico gratuito de internet. Allí, en medio del país rico y socialista, usted si quiere wi-fi tiene que pagarlo, no como en los aeropuertos capitalistas de Bogotá y Lima donde la cosa, curiosamente, es gratis.